Estaremos de acuerdo en que nuestro mundo tiene un punto de incomprensión y misterio: ¿Pasa algo cuando morimos? ¿Por qué ocurren las desgracias: enfermedades, muertes, accidentes, padecimientos, etc.?

En la historia de la humanidad hemos buscado respuestas a aquellos fenómenos incomprensibles para nosotros: el dios del sol, de la luna, del agua, religiones politeístas que dieron paso después a las religiones monoteístas: cristianismo, hinduismo, religión musulmana, etc.

Estas creencias nos han dado sentido y consuelo a lo largo de los años, pero para mí, que tiene una pequeña dificultad: nos sacan nuestro poder interno y lo entregan a un dios superior o supremo superior a nosotras y nosotros mismos, a quien tenemos el riesgo de pasar la responsabilidad en nuestras vidas, y entiendo que esta visión es un poco a lo Frederick Nietche con su Zaratrusta.

Pero también es una respuesta a otros enfoques como el enfoque transpersonal, la lectura de un curso de milagros o los conceptos de la nueva espiritualidad.

Desde estos enfoques se plantea la existencia de Dios, no como un ser separado de nosotros en forma de barba blanca, sino un concepto que reside en nuestra esencia, el cielo o el infierno en el bienestar o en el sufrimiento, o la divinidad desde la superación de nuestro ego.