Los cambios en la adolescencia: ¿cómo entender a tus hijos?

Decía mi abuela que a los hijos e hijas hay que quererlos mucho de pequeños, para que así cuando crezcan no puedas dejar de quererlos, y dice el dicho popular que de pequeños te los comerías y de mayores te arrepientes de no habértelos comido.

Si tienes hijos o hijas en etapa adolescente seguramente ya sabes de lo que te estoy hablando, pero esta etapa es un período de transformación que representa el mayor cambio que haremos en nuestras vidas, y des del punto de vista psicológico es un viaje apasionante.

La transformación hacia el mundo adulto

La adolescencia es un período del ciclo vital que puede abarcar desde los 11 o 12 años, hasta los 18 o los 20 y representa el proceso de transformación que hacemos desde la infancia, al mundo adulto, suponiendo cambios en todos los niveles: físico, psicológico, social y de todos los sistemas implicados: personal, familiar, social y educativo.

Y claro, con tantos cambios, se requiere un proceso de adaptación en todos los niveles que se irán reajustando para adaptarse a la nueva condición adulta de nuestros hijos e hijas.

Preparar a nuestros hijos para la autonomía

Este proceso no ocurre de un día para otro, afortunadamente, sino como os he comentado anteriormente se prolongará a lo largo de unos cuantos años, que podremos ir llevando mejor o peor, según como nos podamos ir adaptando a las nuevas situaciones y generando todos, nuevos recursos para afrontarla.

Desde mi punto de vista, además, creo que la adolescencia nos prepara a los padres y madres también, para cumplir con la principal función educativa que tenemos: preparar a nuestros hijos para la autonomía, ¿o me vais a decir que después de una gran discusión con 17 años para la hora de llegada a casa con nuestros hijos e hijas, no tenemos ganas de que crezcan y se independicen?

Vamos a ver paso por paso todos los procesos que se llevan a cabo en esta etapa:

Transformación física

El inicio de la adolescencia viene determinado por la aparición de la capacidad reproductora en nuestros hijos e hijas: el desarrollo de los órganos sexuales y la aparición de la menstruación y la eyaculación, así como los cambios físicos evidentes del mundo adulto: vello corporal, nuez, cambios en la voz, glándulas mamarias, así como cambios en la altura, y distribución de la grasa corporal.

Estos cambios físicos evidentes, vienen determinados de importantes cambios hormonales, y que a la vez afectan el carácter de nuestros hijos e hijas, apareciendo mucha más intensidad en los estados emocionales que transitan.

Intensidad en los estados emocionales

No sé si os habéis fijado que durante esta etapa se vive todo con mucha más intensidad: cuando están tristes están muy tristes, y de repente están eufóricos de un momento a otro. Y esto claro, nos resulta bastante incomprensible a los adultos, que ya estamos en un encefalograma emocional mucho más plano y aburrido.

Esta intensidad nos dificulta a los adultos poder validar las emociones de nuestros hijos e hijas, provocando una sensación de incomprensión entre ambos y los sitúa a ellos y ellas en una especie de montaña rusa emocional difícil de poder gestionar a veces.

Pero al final consiste en dejarles espacio para esta intensidad y saber acompañarlos y validarnos sin asustarnos, función bastante difícil en esta etapa para nosotros: las madres y los padres.

Cambios en el funcionamiento mental

Este proceso además viene acompañado, del último proceso de maduración que realiza nuestro cerebro: la consolidación de la metacognición, que podríamos resumir en que es la capacidad humana de pensar sobre lo que pienso, estrategia mental que permite planificar nuestra actividad cognitiva, anticiparla y generalizar.

Hace unos meses a nuestro hijo o hija le decíamos que la mesa era blanca y asentía sin más. A partir del desarrollo de esta habilidad, aparecen más preguntas en su mente: ¿Quién ha decidido que esto es blanco, quien decidió ponerle este nombre al color o porque yo no puedo llamarlo de otra forma?

Guiar a nuestros hijos en su regulación emocional

Acompañarlos a que puedan perfeccionar esta habilidad mental, que aprendan a darse cuenta de sus procesos internos y regularlos con los procesos cognitivos será una tarea indispensable para poder trabajar su responsabilidad personal y su propia regulación emocional.

Y esta será una habilidad que deberemos tener entrenada como padres y madres si queremos educar en ella, ya que de otra forma no será posible.

También es nuestra responsabilidad comprender que esta habilidad se entrena y dejar espacio para que aprendan a tomar sus propias decisiones y acompañarlos a que se familiaricen y regulen sus procesos internos.

¿Te imaginas que tú vas a una ciudad nueva e intentas encontrar una calle sin ninguna indicación? ¿Sera difícil no? Pues un poquito esta será nuestra misión acompañarlos a construir un mapa mental para que aprendan gradualmente esta nueva habilidad:

  • ¿Que estas sintiendo?
  • ¿Qué tipos de pensamientos tienes ahora?
  • ¿Como te hace actuar si piensas así?
  • ¿Como podrías cambiar tus creencias para poder sentirte mejor?

Este simple proceso en el día a día, les puede ayudar a mejorar sus habilidades metacognitivas, pero es importante no hacerlo cuando haya mucha intensidad emocional ya que será difícil activar nuestra zona del pensamiento y poder entrenarlo, es mejor en ir realizándolo en espacios cotidianos.

¡Y recordad que se trata de acompañarlos para que lo aprendan ellos, no que acaben pensando lo que nosotros queremos!!

Desarrollo de la identidad

Este proceso de metacognición permite el eje central del desarrollo de la adolescencia que es la formación de la identidad personal, la construcción del quien soy yo.

El proceso de convertirse en adultos pasa por construirse la propia identidad. Mientras se desarrollan en la infancia, construyen la imagen de sí mismos a través de la imagen que le ofrece su entorno más próximo: progenitores y educadores. A partir de aquí con el desarrollo de la metacognición ellos y ellas mismas empiezan a construirse la idea de sí mismos y mismas.

Construir este proceso pasa por la separación de los padres y madres y asimilarse a partir del grupo de iguales, grupo de relación que se constituye esencial durante esta etapa.

El sentimiento mayoritario es que durante esta etapa los padres y madres dejan de comprendernos y solemos sentirnos más validados mediante el grupo de iguales, con quien nos asimilamos y nos construimos en la interacción.

El sentimiento de pertenencia

Además, los grupos suelen construirse en oposición a los otros (si vas en un grupo no formas parte del otro) para reforzar este sentimiento de identidad. El sentido de pertenencia durante este período es esencial para la construcción de una identidad sana.

Fomentar diferentes grupos de interacción durante esta etapa en nuestros hijos e hijas es importante, para poder ofrecer oportunidades de pertenencia para construir su propia identidad: educativos, ocio, deportivos, etc. Además de una oportunidad para explorar sus propias fortalezas durante este período.

Mantener un vínculo con nuestros hijos

Constituye también un aspecto esencial durante este proceso el mantenimiento del vínculo afectivo con nuestros hijos e hijas: aunque prefieran estar con sus amigos y amigas, es importante mantener actividades conjuntas con ellos, para poder reforzar y ayudarlos a construir su proceso identitario.

Igualmente constituye importante, poder retornarles una imagen positiva de sí mismos que les permita construirse en relación con nosotros desde un punto de vista positivo, ya que es fácil durante esta etapa centrar la interacción solo en aspectos negativos: hablar solo casi para discutir. Nuestros hijos e hijas nos necesitan a su lado más que nunca en sus vidas.

Desarrollo moral

Por último, durante la adolescencia se produce el desarrollo de la conducta moral.

Hasta el momento, cuando nosotros les decíamos a nuestros hijos e hijas que la calle se cruza con el semáforo en verde, pues ellos obedecían porque seguían nuestras indicaciones, porque claro nosotros mandamos y conocemos como funciona el mundo.

Pero a partir de aquí, cuando ellos y ellas ganan en autonomía, empieza el proceso por el cual asumen las normas y la conducta moral como propia ¿y como lo hacen ellos? Pues muchas veces a través de la transgresión.

Fomentar su responsabilidad personal

Si a este desarrollo, le sumamos la baja percepción de riesgo que tiene la mente adolescente, toma vital importancia que como adultos responsables podamos contener su experiencia del mundo: establecer unos límites muy claros en función de su edad, regular su proceso de autonomía en función de su madurez y fomentar su responsabilidad personal, será clave para que ellos mismos puedan ir asumiendo sus propias normas y limites morales.

Y claro esto para los padres puede ser agotador, pero como más coherentes seamos nosotros mismos y nosotras mismas con ellos, y más fomentemos su propio proceso de regulación, su responsabilidad y más relación de confianza podamos establecer, más fácil será este proceso.

¿Os parecen pocos los cambios que se experimentan durante la adolescencia? ¿Podemos comprender porque a veces actúan como lo hacen? Y claro ¿qué hacemos los padres y madres con todo esto? ¡Pues este proceso también implica nuestros propios cambios dentro del sistema familiar!

¿Qué tenemos que gestionar como padres?

A partir de esta etapa, también experimentamos importantes procesos de cambios en nuestra función educativa que tiene que adaptarse al progreso de autonomía de nuestros hijos e hijas y lidiar con nuevas emociones que van apareciendo durante el proceso:

Y claro esto para los padres puede ser agotador, pero como más coherentes seamos nosotros mismos y nosotras mismas con ellos, y más fomentemos su propio proceso de regulación, su responsabilidad y más relación de confianza podamos establecer, más fácil será este proceso.

¿Os parecen pocos los cambios que se experimentan durante la adolescencia? ¿Podemos comprender porque a veces actúan como lo hacen? Y claro ¿qué hacemos los padres y madres con todo esto? ¡Pues este proceso también implica nuestros propios cambios dentro del sistema familiar!

Gestionar el miedo

A medida que nuestros hijos van ganando autonomía e independizando sus grupos de relación respecto a nosotros, pueden aparecer emociones de miedo y temor ante los cambios que estamos experimentando. Hasta el momento hemos podido ejercer control y protección a nuestros hijos, pero ahora empiezan adentrarse en las propias decisiones en entornos que no siempre podemos controlar.

Gestionar nuestros miedos es imprescindible para que podamos establecer con ellos y ellas relaciones de confianza.

Gestionar la tristeza

Otra emoción que puede aparecer durante esta etapa es la tristeza: como padres y madres tenemos que gestionar un cierto proceso de duelo, al perder la relación anterior con nuestros hijos e hijas. Darnos cuenta de que prefieren estar en su habitación solos o solas con su móvil, antes de compartir espacio con nosotros, es una nueva realidad que puede afectarnos y sentir como una pérdida. De hecho, ya han dejado de ser nuestros peques a los que teníamos pegados, para convertirse en seres independientes y con sus propios intereses.

Gestionar la rabia y la ira

Y por último también los posibles desacuerdos que se pueden producir con nuestros hijos e hijas pueden suponer que aparezcan emociones de rabia o ira, ya que se viven como un obstáculo para el bienestar de la dinámica familiar.

Cualquiera de estas emociones que se nos pueden generar como padres y madres, es esencial que podamos gestionarlas en nosotros mismos para que no incidan en la relación con nuestros hijos e hijas y poder construir así relaciones de confianza con ellos para poder ayudarles en su proceso hacia su adultez.

¿Necesitas que alguien te acompañe en tu proceso de cambio?

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